Título: Todos los fuegos el fuego
Autor: Julio Cortázar
Editorial: Alfaguara
ISBN: 978-607-11-1072-5
Nro. de páginas: 639
—————————————–
Todos los fuegos el fuego
La autopista del sur: «…donde todo el mundo miraba fijamente hacia adelante, exclusivamente hacia adelante».
Se produce un enorme embotellamiento en la autopista entre Fontainebleau y París, un domingo («ya se sabe que los domingos la autopista está íntegramente reservada a los que regresan a la capital»).
El narrador se ubica en tercera persona, y al tratar a los personajes, dada la situación, prescinde de sus nombres relacionándolos a los vehículos que conducen, así tenemos a «la muchacha del Dauphine», «las dos monjas del 2HP», «al hombre pálido que conduce un Caravelle», «los dos jovencitos del Simca», etc., en una suerte de personalización que resulta de lo más natural.
El primer tema que sobresale en la trama es cómo los personajes pudieron llegar a relacionarse con diversa intensidad durante el tiempo que duró el embotellamiento, para que luego, al momento en que el mismo se termina, también se dieran por terminadas esas relaciones que parecieran tan cercanas.
El segundo tema es el tratamiento de la temporalidad, aunque la historia comienza ciertamente un domingo, no se sabe exactamente cuánto dura el embotellamiento. Con frases como «en alguna de esas noches», o «todo ese día y los siguientes», o «siguieron días frescos y soleados», Cortázar señala el paso del tiempo, pero no lo precisa.
La salud de los enfermos: «Lo único importante en el fondo era que pasara el tiempo y que mamá no se diese cuenta de nada».
La madre está enferma, tanto, que no se le pueden dar malas noticias, y entonces Alejandro, su hijo, se muere. La familia urde un plan, Alejandro, que radica en el extranjero, ha conseguido un suculento contrato de trabajo, que lo obliga a permanecer en ese país de residencia por tiempo indeterminado. Sucede entonces un intercambio de cartas entre Alejandro y su madre, la cual para contestar las de su hijo, se las dicta a otro familiar.
Esta maravilla de relato constituye, por una parte, un cuento dentro de un cuento y, por otra, la sugerencia de que al mentirnos es posible creernos, y esto a través de pasajes como «Pepa obedeció, sin saber por qué escribía una frase tras otra puesto que mamá no iba a leer la carta.» y el monumental «se dio cuenta de que mientras la leía había estado pensando en cómo habría que darle a Alejandro la noticia de la muerte de mamá.»
El tono, coloquial, en este relato me parece a mí que juega muy a favor.
Reunión: «Tendríamos que ser como Luis, no ya seguirlo, sino ser como él, dejar atrás inapelablemente el odio y la venganza, mirar al enemigo como lo mira Luis, con una implacable magnanimidad…»
Es una referencia a la revolución cubana desde diferentes aristas. La primera, desde la dificultad de su consecución, sólo el desembarco ha sido difícil y luego, el avance por la isla, con los pantanos, el follaje y los aviones enemigos disparando cada tanto, hacen que la empresa pueda ser mortal, que a los protagonistas les pueda ir la vida en ello.
Por otra parte, los que se han adherido a la misma debieron dejar su antigua vida y, con ella, a familiares y amigos, en el caso del protagonista incluso a su hijo. Lo que necesariamente pasa por un juicio de valor respecto de la realidad presente frente a la que se pretende.
Además, está la cuasi mitificación del líder, Luis, a quién el protagonista y narrador deberá sustituir en caso de que falleciera. Este detalle es también parte substancial de la historia, porque siendo Luis quien encarna todos los ideales de la revolución, es posible que los demás seguidores no estén a la altura.
Finalmente, la doble alegoría entre el avance de la revolución, una música de Mozart y la disposición de un árbol con sus ramas es otra de las exquisiteces que se permitió Cortázar en este relato.
La señorita Cora: «No hay más que mirarla para darse cuenta de quién es, con esos aires de vampiresa y ese delantal ajustado, una chiquilina de porquería, que se cree la directora de la clínica».
Uno de los relatos que Cortázar bordó con su peculiar aliento narrativo, y en donde no se dan tantos saltos ni en la espacialidad ni en la temporalidad, sino en cómo se lleva el argumento, puesto que son los personajes quienes lo hacen a través de sus pensamientos, los cuales van ligados unos a otros, sin que los mismos estén separados ni siquiera por un punto y aparte.
Como no se trata de diálogos, sino de lo que cada uno piensa, y se trata de personajes muy opuestos, la mamá del nene, el nene (de 15 años), la señorita Cora, etc., la caracterización de estos es otro punto que sale a relucir, sobre todo en la tensión que se genera entre el nene y la señorita Cora, que en algún punto me recordó a «Los venenos».
El cierre es de un dramatismo a todo vapor que, por qué no, pudiera ser de final abierto.
La isla a mediodía: «No sería fácil matar al hombre viejo, pero allí en lo alto, tenso de sol y de espacio, sintió que la empresa era posible».
Marini, ayudante de vuelo en la ruta Roma-Teherán, descubre desde la ventanilla del avión una isla y queda cautivado. Con el tiempo, con los siguientes vuelos, se siente cada vez más atraído por ella, investiga, y se entera de que se trata de «Xiros». Ha comenzado a obsesionarse.
Una de sus amantes le confiesa que sus compañeros le llaman «el loco de la isla». También se da la posibilidad de que cambie de ruta comercial, a lo que se niega y, en cambio, planea una visita a Xiros. Marini ya sabe que existe el Marini ayudante de vuelo, y el Marini habitante de Xiros.
Al llegar a la isla siente que se quedará ahí para siempre. Y al percatarse del accidente, al mediodía, la hora en la que su vuelo suele pasar por la isla, se arroja al mar a buscar sobrevivientes. Cuando encuentra una mano pidiendo ayuda, y lleva al hombre hasta la playa, es a sí mismo a quién transporta, para morir en la isla.
La obsesión ha terminado, la felicidad duró unos segundos, y para los lugareños la única novedad era el cadáver de Marini.
Instrucciones para John Howell: «Yo también traté de salvarla», dijo, «pero no me dejaron seguir».
Rice sabe que eso que le proponen es el absurdo mismo y, sin embargo, accede, un poco por dejarse llevar, al principio, pero es la petición de Eva lo que define su manera de actuar: «No dejes que me maten», primero; y: «Quédate conmigo hasta el final», después. Sin darse cuenta, Rice cae preso de la trama, lo quiera o no.
En un punto, Rice cree que tiene poder, porque estando en el escenario, puede guiar, en parte, el diálogo y el curso de acción, pero los actores tienen la ventaja de la experiencia y no se dejan vencer. Al final, lo sacan de la obra y del teatro.
El final es estupendo, Rice se encuentra con el propio Howell, y ambos emprenden la huida. Howell recrimina a Rice el que no haya podido hacer nada por Eva, en tanto que Rice se muestra compasivo respecto de Howell porque este tampoco pudo hacer nada para evitar la muerte de la actriz. Pero es Rice el que se queda sin respuestas, y es Howell, el experimentado Howell, quien decide que así sea.
Todos los fuegos el fuego: «…lo único que queda por hacer es sonreír, refugiarse en la inteligencia».
Dos ámbitos: por un lado, un circo romano, en donde se libra una batalla entre dos portentosos gladiadores, la cual es orquestada por el procónsul, a quien acompaña en el evento su esposa, Irene. Por otro, dos departamentos en París, en el siglo XX, en uno Jeanne, y en otro Roland, que recibe la visita de Sonia, que acaba de dejar a Jeanne.
Dos triángulos amoroso-afectivos: el primero es el de Irene, esposa del procónsul, que se siente profundamente atraída por Marco, uno de los gladiadores. El procónsul lo sabe, siente celos, y por eso armó esa pelea, para que Marco muera. Irene sabe que su marido sabe de su pasión, y el procónsul sabe que su mujer le conoce las emociones. Ambos fingen ignorar lo que sienten en un respetuoso y comedido silencio respetando las formas. Al medio de todo esto, el bullicio del circo.
El segundo triángulo es el de Jeanne, que fuera novia de Roland, y a la que Sonia le ha dicho de su relación con él. Luego de que Sonia deja el departamento de Jeanne, esta llama a Roland y comienza una conversación de reproches, que se dificulta porque la línea se interrumpe por una voz que dicta cifras.
Dos desenlaces marcados por el fuego: En el circo, se genera un incendio y la multitud queda atrapada. En el departamento de Roland, él y Sonia se quedan dormidos y un cigarrillo es el que provoca el incendio. Aquí, en un aparte, se sugiere que Jeanne se suicida ingiriendo pastillas.
Lo temporal y lo espacial se diluyen junto con la trama que la llevan diferentes personajes, y en donde el amor, el desamor, y acaso la infidelidad quedan señalados como algo tan normal en tiempos del imperio romano, como en la actualidad, y claro, el poder del fuego para barrer con todo sin miramiento alguno.
El otro cielo: «Empecé a sentir que el barrio de las galerías ya no era como antes el término de un deseo…»
Aquí el desdoblamiento es un tanto más complejo, como también más sutil. La historia transcurre entre el pasaje Güemes de Buenos Aires, y la galería Vivienne, de París, ambas, estructuras icónicas de la arquitectura y que el protagonista y narrador las hace suyas por motivos muy personales como muy diferentes.
El protagonista, en Buenos Aires es hogareño, con una novia con la que está destinado al casamiento, y una madre protectora, vive sujeto a los horarios. El protagonista, en París es absolutamente libre, pasea por las calles y disfruta de los favores de una prostituta. Sin embargo, en ambas ciudades disfruta de las galerías.
El detalle es que Argentina no está envuelta en la Guerra, pero Francia sí lo está, y mientras que Irma no corre ningún tipo de peligro, Josiane, la prostituta, sí, debido a que un asesino serial, Laurent, se dedica a matar prostitutas. Así, veladamente, el protagonista asume dos personalidades diferentes, de acuerdo con la coyuntura de la ciudad en la que habita.
Aparte de lo anterior, la otra sutileza a remarcar es la de la relativa omnisciencia del narrador, porque más allá de lo que cuenta y lo que deja saber de sí mismo, también insinúa eficazmente lo que los demás personajes sienten.
«Todos los fuegos el fuego» fue publicado en 1966, por la Editorial Sudamericana. Sin duda, uno de los clásicos de la literatura en español, como también de Julio Cortázar.
Convierte tus lecturas en un libro exitoso
Convierte tus lecturas en un libro exitoso
Deja una respuesta