Segundo decanato
Sentido del precio
Tiemblo de pronto;
cayéndome junto al revoque de las paredes
siento el serrín,
el mareo del rencor venciendo a la alegría.
Me nublo de vidrios rotos,
con sábanas de hospitales cubro mi mente
en la errada convicción de que el tiempo es móvil
mientras palpito cómo cierran círculos los iniciados.
Y allá, en tu boca,
el juicio que me dictas y la presión de tus deseos
convergen en un «pedid y se os dará»
donde no hay más precio que el del fin.
Las cartas, a la sazón
se derraman sobre la noche,
los astros pasan divirtiéndose con sus astrólogos
mientras las veredas sudan suelas de goma
y las ventanas lloran restos de lluvias pasadas.
Entonces también hay un cielo
entre los huesos y la sangre
al que le bastaría odiar para surgir
hasta la noción de la duda
desde la siesta del mundo agostando intenciones.
Pero nada permanece,
dejo de temblar y quedo sin postura
con los brazos al viento
como si fuese el reflejo que oculta a un ser velado.
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