Es probable que la presente prosa contenga errores, como también aciertos, de los cuales el único responsable habré de ser yo, su autor. Como único responsable, aclaro que el texto lo estoy escribiendo yo, yo mismo, y no un robot, u otro alguien por encargo mío, de manera que, aunque parezca obvio, se trata de un texto personal, al menos, en cuanto a elaborado, hecho por mi persona. De manera que cualquier crítica que reciba este texto no podrá dejar de ser, de algún modo, una crítica personal, por la sencilla razón de que el mismo resulta de lo que soy.
Por lo tanto, si en lugar de escribir «mamás y bebés gratis», escribo «mamas y bebes gratis», hay en este error de ortografía un detrás, un por qué, que vaya a saber uno dónde se origina, pero que está en mí, en mi persona que comete el yerro. Entonces, como este error es personal, el que señale el error, no sólo está señalando un error de ortografía, sino que, por extensión, está señalando un error personal. Lo mismo corre para una frase con error de número, o con error de género, o con lo que sea. Convengamos, los errores son personales.
Aunque lo mismo pasa con los aciertos, casi nadie se fija en esto, casi nadie se alborota cuando en el aplauso se implica a la persona, menos todavía el aplaudido. Así, cuando el mediocre de turno recibe una observación, una corrección, una sugerencia, una crítica, en lo normal sale y busca desacreditar a quien lo hizo, de tal modo que el comentarista, el observador, el crítico, normalmente, también, va y le responde al sonrojado que no lo tome de forma personal. Mas, si los mismos actores se implicasen en una felicitación, ahí es una lluvia de «me gusta» y de «compartir».
Yo lo he vivido si no centenas, por lo menos decenas de veces y con el mismo cansino asombro. Es decir, la gente anda con lo siguiente: de un lado no se puede separar la obra de quien la compone pero, del otro, sí se puede separar la opinión sobre la obra del que la compone, como también esa opinión del que la profiere. Para mí esto es absurdo, y pretender tragarse como ciertas estas afirmaciones es, simplemente, mentirse y creerse. Quien critica una obra, critica la obra y, por extensión, a quien la compuso y, en su crítica se autocritica.
Si uno sabe o no confeccionar un comentario es una cosa, si uno sabe o no sacar provecho de una crítica es otra cosa. Para el que busca la verdad, dicen, hasta una mentira le sirve. Sin embargo, el autoengaño sin un objetivo de superación no tiene ningún sentido positivo, no hay posibilidad de medrar allí. Desde mí, cuando me marcan un error, me marcan a mí, a mí mismo, y me emputo conmigo porque soy competitivo, y al que lo hace le agradezco, porque si no me quedaría en el error, y porque así me exijo más y disfruto haciéndolo.
p.d.
Me hizo acordar de un tema emblemático de Soda Stereo.
Convierte tus lecturas en un libro exitoso
Convierte tus lecturas en un libro exitoso
Deja una respuesta