Izquierda y derecha
Anduve por los lechos
–primera patria de los amantes–
revisando sus cúspides solas
al borde de la nada,
a ver si encontraba lo distinto,
el grito glamoroso y brutal
o el llanto quejumbroso.
Encontré crucifijos oscuros,
el humo de cigarros y sierpes
enroscadas a una baja realidad,
y tenue
aquella ausencia entre los labios,
terrible pálpito que late lo negro
entre tanta sábana cubriendo el no sentir.
Despacio logré verme
bebiendo desconsolado
de uno y otro manantial,
intentando abrevar con la entrega ajena
la sed que cargo por ser un fingidor
que expone sus huesos y toda su sangre
a la que un poco de fiesta pueda brindar.
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