Huevos, zanahorias y café: pon a hervir agua en tres recipientes. Una vez que el agua esté hirviendo, en uno de ellos coloca algunos huevos, en otro algunas zanahorias y en el tercero unos granos de café. Al cabo de unos minutos los resultados son un tanto controvertidos, los huevos, que eran blandos por dentro, ahora se habrán endurecido. Las zanahorias, que eran relativamente duras, se habrán ablandado. Los granos del café, sin embargo, no se habrán modificado, pero en este caso, será el agua la que habrá cambiado notablemente.
En la metáfora, el agua hirviendo vendría a ser la adversidad, o una coyuntura adversa y, como ves, puede transformarte negativamente o bien, puede impulsarte a que actúes de manera tal que seas tú quien modifique esa coyuntura.
Si volvemos al ejemplo, lo cierto es que los huevos, las zanahorias y los granos de café son, por naturaleza, muy distintos, de manera que la reacción ante el agua hirviendo no sólo es predecible, sino también inmodificable.
En cambio tú, con respecto del resto de los seres humanos, si bien tendrás tus diferencias, serás más semejante que extraordinario, y esta es una ventaja. Una tremenda ventaja.
Si el éxito y la prosperidad, si la solución a determinadas crisis, sólo son asequibles para iluminados, o para gente con un coeficiente mental superlativo, pues estaríamos perdidos. Sin embargo, lo cierto es que triunfar en cierto rubro, o salir de alguna circunstancia difícil, depende más del enfoque con que uno encara las acciones a realizar, que de alguna ventaja genética.
Tú puedes pensar que un curso de 3.500 euros es caro, por ejemplo, pero si con lo aprendido en ese curso puedes facturar 15.000 euros al mes, el curso en realidad está barato.
Un colega solía decir «todo es posible si das con la persona correcta», pues extrapolando, digamos que todo es posible con el enfoque adecuado.
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