Ética en el coaching sexual
El auge del coaching sexual ha abierto un territorio de oportunidades y riesgos. Si escribes —o planeas escribir— sobre sexualidad, bienestar o acompañamiento terapéutico, tienes que considerar que los límites éticos no son negociables. Un coach puede ayudar a las personas a mejorar su vida íntima, pero también puede, si no respeta ciertas líneas rojas, incurrir en prácticas irresponsables o, incluso, peligrosas.
Un aspecto concreto y aplicable: nunca asumas el rol de terapeuta si no cuentas con la formación adecuada. El coach sexual puede orientar, facilitar el diálogo y promover el autoconocimiento, pero no debe diagnosticar ni tratar trastornos sexuales ni emocionales. Para esto, la derivación a profesionales acreditados (psicólogos, sexólogos clínicos, médicos) es fundamental.
¿Te preguntas hasta dónde puedes llegar? Una pauta sencilla: si la situación requiere intervención clínica, no es tu campo. El límite está en la salud mental y física; cruzarlo no solo es antiético, sino que puede acarrear consecuencias legales y personales graves.
Otro punto clave: documenta siempre tu proceso y obtén consentimiento informado para cada intervención. Esto protege tanto al cliente como al coach y garantiza transparencia. En tus textos, deja en claro qué puedes ofrecer y qué no. La honestidad, más que una virtud, es una obligación profesional.
En síntesis: puedes empoderar, orientar y acompañar, pero nunca invadir espacios reservados a la clínica. Ser coach implica reconocer tus límites y actuar siempre con ética, rigor y respeto. Así no solo proteges a quienes te leen o consultan, sino también tu reputación como autor y profesional.
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®Silvio Rodríguez Carrillo
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