Imaginemos el siguiente diálogo:
—Hey, Francis, ¿cómo va?
—Hola, Luis, todo bien, ¿y tú?
—Súper, estoy con un proyecto nuevo increíble.
—Vaya, ¿y de qué va?
—Voy a construir una casa.
—¿Construir una casa? Pero si tú eres abogado.
—Lo sé, pero desde niño he vivido en una casa, con toda esta experiencia no puede resultarme tan complicado.
Si alguna vez has visto una carrera de F1, habrás podido observar que aunque por cada escudería hay un par de pilotos en la pista, hay más de una docena de personas haciendo que el equipo funcione. Y aquí el detalle, ni el ingeniero que diseñó los alerones, ni el mecánico a cargo del cambiar de neumáticos traseros, en ningún momento se ponen a pilotar el auto. Igual, el piloto, al menos que yo sepa, nunca se pone a diseñar los alerones, ni se baja a cambiar los neumáticos. Esto es, cada uno va a lo suyo, al área en donde se destaca tras haberse preparado para ello. Esta es la palabra clave: preparación.
Vamos a otro ejemplo.
Un buen día Juan decide aprender a tocar el piano, así que hace las averiguaciones correspondientes y da con un profesor. Comienza sus primeras lecciones y, en la medida de sus posibilidades, sigue todas las indicaciones del profesor.
En una situación similar, Juana decide aprender Taekwondo. Así que una vez inscripta en una academia cercana a su casa, ha comenzado a asistir a las clases, en las cuales va siguiendo las instrucciones del maestro.
¿Qué tienen en común Juan y Juana? Varias cosas:
1. Decidieron aprender algo nuevo.
2. Siguen las instrucciones de quien eligieron como tutor.
3. No se avergüenzan de no saber, o de que el tutor les indique fallas en su proceso de aprendizaje.
4. Después de cierto tiempo, Juana podrá competir en un torneo de Taekwondo, y Juan podrá dar su primer concierto.
Ahora, veamos el caso de Pepe, que no está interesado ni en el piano, ni en el Taekwondo, no, Pepe quiere escribir una novela. ¿Y a dónde va Pepe? Pues ya sabes, Pepe no va a la «Escuela Normal de Novelología», ni a la «Universidad de Novela Negra El Criminal Omnisciente». Pepe simplemente se pone a escribir como puede su novela, sobre la base de lo que ha leído, lo que imagina, y con la gramática que tiene internalizada.
En una situación similar está Beba, que en lugar de una novela, se ha decidido a escribir un poemario. Para escribir su poemario, Beba no tomó clases en ninguna escuela de poesía, en ninguna universidad de poesía, ella se deja llevar por su inspiración, convencida de que «escribir cortito» tiene ya lo suficiente para valer como poesía, sin tener en cuenta ni métrica, ni rima.
¿Qué tienen en común Pepe y Beba? Varias cosas:
1. Decidieron emprender algo nuevo.
2. No siguen las instrucciones de un tutor.
3. No tienen experiencia en que alguien les indique posibles fallos.
4. Después de un tiempo, Pepe habrá terminado su novela, y Beba, su poemario.
Ahora, ¿es posible que Pepe y Beba, sin preparación alguna, logren escribir una buena novela y un buen poemario? Sí, es posible, pero improbable.
Y ahora, lo cierto:
Pepe se encuentra, por azares del destino, con un novelista, y aprovecha el contacto para contarle de su novela y pedirle que la lea y le dé su opinión. El novelista, pobre tío, acepta la solicitud. A los pocos días el novelista termina de leer la novela de Pepe y le dice, vía E-mail, que aparte de los 1.567 errores de ortografía, la historia tiene al menos 63 contradicciones temporales y 47 desfases espaciales, que los personajes no son creíbles y que, además, el argumento es aburrido.
¿Y qué hace Pepe?
Inmediatamente concluye que, había sido, el novelista es un imbécil, que de novelas no sabe un pito, y que si le dijo lo que le dijo es porque le tenía envidia, o acaso, por alguna razón desconocida, le había caído mal.
¿Se pone Pepe en plan de revisar a fondo su trabajo? No.
Beba, por su lado, consigue conectar con una poetisa, justo la que ganó el premio internacional de sonetos «Águila índiga», de la República de Cretonia. Y sí, Beba le pide a la poetisa que lea su poemario y que le dé su opinión. La poetisa, pasado un tiempo, le envía un correo a Beba diciéndole que sus poemas están plagados de lugares comunes, que no tienen nada de ritmo y, además, están llenos de asonancias.
¿Y qué hace Beba?
Inmediatamente concluye que la poetisa seguro que ganó aquel premio porque tiene amistades en el jurado y que, de poesía de la buena, seguro que no sabe nada. Quizás su poemario es tan bueno que a la laureada poetisa le mordió la envidia, o de repente le había caído mal, y si le dijo lo que le dijo fue de mala gente que es.
¿Se pone Beba en plan de revisar y corregir? No.
Hasta aquí, tanto Pepe como Beba están dolidos, incluso enojados, ¿y por qué? Porque quisieron ir de constructores cuando jamás se prepararon para ello, porque quisieron ir de ingenieros cuando jamás estudiaron nada de aerodinámica, porque quisieron ir de pilotos cuando jamás aceleraron más allá de los 90 Km/h.
Y porque llegó alguien y se los dijo.
Bien mirado, desde afuera, desde lejos, es simple, es ridículamente simple.
Como la mayoría de los escritores, yo soy caradura, tozudo, irreverente y hasta «egómano», como me dijera alguna vez una de mis Maestras. Así, alguna vez creí que por haber leído millares de libros estaba habilitado para escribir correctamente. ¿Ingenuo, no?
Y sí, el ego se lastima, se resiente, cuando viene otro y te muestra el papelón que estás haciendo. Y sí, lo normal es tomarlo a título personal. Y sí, uno no es consciente de que está ingresando en tierra sagrada, que hay que descalzarse y poner en práctica aquello de «el orgullo de ser humilde».
Yo jamás dudé a la hora de pagar para aprender nuevas habilidades y, como muchísimas veces me gané becas por talentoso y espirituoso, tengo dos conclusiones:
1. Los mediocres jamás pagan para adquirir conocimientos. No está en su ADN.
2. Los ego-céntricos son tan miopes que ni siquiera pueden ver una ayuda de calidad cuando es gratuita. Miopía que está en su ADN.
Y tú, ¿crees que tu trabajo es corregible? ¿Piensas que lo que llevas escrito es mejorable?
O, talento por delante, ¿vas a lo Baudelaire, a lo Rimbaud, a lo Cortázar, seguro de ser «un escritor incorregible»?
Excelentes lineas muy reflexivas, para todo aquel que quiere emprender algo nuevo
Salud, emelys
Muchas gracias por leer y comentar.
Es así, para emprender debemos estar dispuestos a aprender.
Un abrazo y que estés bien.
Hola, si es muy cierto. Para poder crecer debemos aceptar y mejorar nuestros errores.
Salud, Romina
Muchas gracias por leer y comentar.
Correcto, equivocarse es lo más normal del mundo –y todavía más escribiendo en español, que es una de las lenguas más complejas–. Se trata de rectificar y, en lo posible, no repetirlos.
Un abrazo y que estés bien.
Hola, en mi opinión tienes razón, ya que se debe invertir en el conocimiento para obtener los resultados deseados. Una persona puede empezar a escribir según sus vivencias y experiencias de otros escritores cercanos, pero también debe aprender a hacerlo de manera correcta para que obtenga lo mejor en su trabajo y en su vida. Gracias por compartir nos tus conocimientos.
Salud, Gadiel
Muchas gracias por leer y comentar.
El arte de escribir se asemeja a jugar al golf, uno finalmente compite consigo mismo, y para triunfar se necesita mucha humildad.
Un abrazo y que estés bien.