Diario 9
Era cierto lo que te habían dicho,
lo que habías leído,
lo que habías intuido,
lo que habías imaginado
y, sobre todo,
lo que habías temido.
Pero eso no importa, porque eso es lo normal, y lo normal basa su importancia justamente en eso, en no ser importante, por ser eso, algo normal. El perro que por fin da con su cola. Tiene su belleza, no hay duda.
Pero toda esta montaña de certezas –que lastimosamente por fin accedo a cederte– sólo puede servirte de apoyo mental para asumir la posibilidad de regreso de aquella que te llevó a tal construcción visual, la duda. Porque mira, cuando uno tiene razón, y más aún cuando a uno se la dan, es inevitable cierto sentimiento de fracaso, máxime después de llevar una vida como la tuya, llena de errores pequeños o grandes, en comparación con la escasa producción de aciertos trascendentes, que si bien se mira, tampoco estuvieron nunca lejos –ni siquiera fuera– del cerco común de los que siguen las instrucciones del manual.
Es cierto, y todavía hay más.
Ya te habías habituado a las mismas cosas, al plano real en donde transcurren los sucesos dentro del marco que a tu modo habías aceptado, y por unos años tratado de acomodarlo lo mejor posible a la interna y en ese entonces tan pura tentación de expansión bondadosa, que pretendías entonces poder realizar con tan solo esfuerzo y el objetivo puesto en un punto no demasiado lejos como para que disminuyera la impresión sensitiva de su luz, ni demasiado cerca como para que la pura sensación venza a la acción que lleva a la consecución del objeto pretendido, cuando de pronto, y ciertamente sin nada claro que lo haga vaticinable, es ese marco mismo el que sin caerse simplemente se rompe, porque las cosas que todavía viven en él protestan con gritos de moribundo, en pura desesperación, con la suficiente fuerza como para quebrar el sentido mismo de la forma, pero por un momento tan breve que no alcanza para modificar nada, sino tan sólo para señalarte a ti y a tu orden, supuestamente autoimpuesto a fuerza de victorias, que de nuevo y también como tantos otros, has venido resbalando desde el principio hacia el punto en el que tampoco estás, pero por el que vas pasando a un paso ensordecedoramente lento.
Hasta llegar no se llega, ¿lo entiendes, Richard? Lo contrario a esta comprensión básica consiste en decir, por ejemplo, que todo aquello que dicen los que no están bien de la cabeza puede ser entendido por aquellos que sí están bien de la cabeza, y viceversa; lo cual, finalmente, puede ser mejor que callar una estupidez, porque la estupidez dicha, al menos le recuerda al que es capaz de detectarla su capacidad de reconocimiento y captura, y acaso, también de su entrenamiento, el cual, cuando llega a su fin…
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