
- Editorial: Dualidad 101 217
- Editor: Silvio Rodríguez Carrillo
- Edición: Primera edición
- Disponible en: Papel
- ISBN: 978-1-387-77302-2
Acerca de Siete catedrales y una ermita

Hay un paralelismo entre el espíritu de superación de Silvio para el entrenamiento físico y su permanente entreno en su desarrollo intelectual que, aunque incluya todas las disciplinas, se aprecia muy bien en su visión sobre la poesía.
El tiempo que dura la rehabilitación de su rodilla, después de una difícil intervención, supone para él un reto y con la misma constancia y la misma firmeza escribe su libro de sonetos, dejándonos, desde su producción poética, la crónica de un periodo que formará parte de su historia, no solo clínica, también de su evolución poética y creativa.
Si el soneto es una composición poética que tiene su dificultad y que siempre se toma como modelo de armonía y perfección, para Silvio no tiene límites: juega con él, inventando diferentes enfoques, sin salirse de los cauces lógicos, creando nuevas estructuras y diferentes ritmos, así encontramos: sonetos en endecasílabos, en alejandrinos, en tridecasílabos ternarios, en endecasílabos dactílicos o de gaita gallega y también sonetos polimétricos, en los que combina metros de un mismo ritmo como alejandrinos, heptasílabos o endecasílabos. A esta variedad métrica se agrega el capricho de la rima: asonante, consonante o bien ausente, como en el caso de la utilización de los versos blancos.
En la lectura sorprende esta variedad y se somete al lector a un constante descubrimiento.
Encontramos varios núcleos temáticos que estarían relacionados con la forja del personaje desde ese entrenamiento que atañe también a la evolución personal. Hay una característica formal muy de la poesía de Silvio: la sustantivación de adjetivos o incluso de adverbios: los sordos, los otros, los diestros, los solos, los libres, los vulgares, el después, el atrás, el antes… Muchas veces el yo poético puede estar entre “los solos”, colocando enfrente a “los muchos” o “los otros”, para lo que se sirve de la antítesis o el juego de contrarios. Un tema recurrente es la alteridad o la soledad del corredor de fondo. Pero por encima de todos estos temas sobrevuela el amor ausente e idealizado, en forma de luz o de esperanza.

“Siete catedrales y una ermita” por Silvio Rodríguez Carrillo

La necesaria rehabilitación de su rodilla operada que se irá prolongando en el tiempo, pondrá a prueba la resistencia, así como el horizonte vital y poético del autor que aquí se nos muestra desgranando sus reflexiones y sentimientos durante la experiencia.
La obra resultante que ahora se publica, está compuesta por sonetos en todas sus variantes que se van ordenando más descriptivos al comienzo y adentrándose después en los sucesivos estados de ánimo del poeta ante el dolor y el cansancio, las limitaciones físicas y las incidencias vitales que orlan el proceso poniendo a prueba su fortaleza y sensibilidad.
Ambas cristalizan en una aventura literaria que implica un exhaustivo conocimiento del soneto, estrofa en la que tiene un recorrido brillante, merecedor de reconocimiento en su trayectoria ya consolidada.
Así se abre de nuevo ante nosotros un autor que no precisa de partitura para interpretar lo que sin duda acaba siendo una hermosa, impetuosa también, sinfonía que pasa por todos los momentos, tonos y tempos de una gesta personal que queda desde hoy abierta a la mirada de los otros.
Los lectores saldrán sin duda complacidos, gratificados por su excelente calidad poética y por su contenido, pleno en exuberancia como también en pasajes de contención, sobre un enorme y fecundísimo mapa humano que se abre a toda coloratura vocal, a todo cromatismo técnico siempre sin filtro; y sobre el que Silvio Rodríguez ha podido delinear tantos pasajes a pincel como construir estructuras expresionistas a viva espátula, manchándose los dedos si la ocasión provoca, para pasar a un modelado sugerente en texturas.
O bien usar escoplo sobre el paisaje inhóspito que a menudo le envuelve y todo ello con la lucidez que le es propia en toda su actividad literaria.

El diagnóstico fue rotura de ligamento anterior cruzado de la rodilla izquierda. Aunque en sí la cirugía no era del otro mundo, sabía que el después iba a ser cuesta arriba, que a los 40, con el laburo y los hijos, las cosas son diferentes a la hora de una rutina de recuperación.
También me tocó ir a terapia sicológica, como parte de un período kafkiano en el que terminé yo haciendo de oreja a la profesional, la cual, pobre, extrañaba a mares a su hija —que para colmo de ironías radicada en otro país—.
Inesperadamente convergí con alguien que me llenó los espejos, los ojos. Fui feliz, pero hubo gente cercana que se turbó por ello. Un alguien que lenta y precisamente fue entrando en mis espacios y que de golpe, sin aviso, desapareció, como cumpliendo un libreto cruel escrito por un demiurgo inextricable.
Durante estas —y otras variables no menos «interesantes»— fui construyendo este poemario, con vibraciones altas, como también con vibraciones bajas. Acercándome a una idea, a veces intuyendo una finalidad, otras veces desconociendo por completo el desenlace posible, pero siempre en la certeza de que el tránsito, por sí, valdría la pena.