Bolena (III)
Se aferró a lo que se aferran las mujeres
a la certeza del silencio forzado
y a la oculta fragua de cuchillas nuevas
para cuando el cuerpo le pida otras guerras.
Se alejó sin marcharse nunca del todo
a la manera de una droga liviana
que se pretende absuelta de toda culpa
dejando en claro que acaso volvería.
Desde entonces llovieron pájaros ebrios
de un hastío de hachas cortando bocas
y se acabaron por pura prepotencia
los puentes que construí para Bolena.
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