Como le dije al vengador, más perezoso que yo no hay, sólo que, y justo por eso, me di cuenta de que para ganarme el tiempo de ocio necesariamente debía recorrer la milla extra, y un par de veces, ya que estamos. Ya en el camino uno yerra el rumbo, se desvía, lo que se dice se equivoca, porque además aprieta el tiempo y uno siente la presión de concretar algún resultado más pronto que tarde. Pero después, la dimensión misma del objetivo otorga la paciencia necesaria y los cuidados pertinentes, por lo que más temprano que nunca se empieza a avanzar.
Es el latido el que hace que la muñeca coloque el auto sobre la huella en la ruta, no importa entonces si uno va a 80, a 180, o a 240 km/h, la mecánica se cumple y obedece a ese deseo primigenio, a ese enfoque original al que se accedió “por iluminación divina”, o simplemente por una situación de choque ante una realidad que, como diría Cortázar “no puede ser, no puede ser”. Todo, luego, es ir acumulando cifras, datos, para comprobar —esto a la vez que asombra, cansa y emputa—la repetición de los ciclos una y otra vez.
Sin embargo, una vez que se trasciende la numérica econométrica y se accede al patrón emocional es como que “los dados estén tirados” y ya no existe el vuelta atrás. El conocimiento del patrón vuelve irrelevante que los afectados por el mismo alguna vez o nunca se enteren de cómo opera el mismo, o siquiera de que exista. Cuando uno sabe con milimétrica precisión cómo se origina la lluvia, o cómo se baja la fiebre, ya pueden desfilar los brujos de cualquier tribu explicando con dibujos fantásticos otra historia, que el mambo no cambia ni por Ra, ni por el Cristo.
Pero, ¿se puede saber al centavo cuántas monedas hay en la caja fuerte del hueco o del lleno espiritual de tal y cual dirigente? Sí, se puede. No se sabe a la primera, eso no, pero uno lo va estimando, como se estima el poder de fuego del bando contrario tras las primeras escaramuzas en una línea de frente —sea el frente que sea—. En la suma, no sólo cuenta lo importante, sino justamente lo que no se tiene en cuenta, eso que el otro desestima. Porque, bien entendido, las acciones y omisiones inconscientes no dejan de ser una decisión.
¿Lo mejor de todo? Que no necesitás explicar nada, la cosa está ahí, clarita. Y, en todo caso, al que no sabe que 7×7=49, le hacés hacer 7 veces 7, carajazo antes, carajazo durante, carajazo después. El asunto es llegar al 49 por los medios propios, sin comprar de nadie, porque, lo cierto es que en los mercados se vende que 7×7=22, o el resultado que convenga en el momento; y la gente compra, claro que compra, si le entrenaron a eso, desde la casa y la escuela, por eso Obama premio Nobel de la paz y Trump esperando su turno.
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