No podían seguirme los fantasmas
si aceleraba el paso, si decía
mi nombre hecho de furia y cacería
en el difícil campo de los miasmas.
Quedaba entonces solo, sin sonidos
que demuestren con gestos mi existencia,
y así, como señal, mi independencia
nacía entre silencios y latidos.
Ya entonces la semilla… este granate
que fui regando adrede, pendenciero
y paciente, brutal; como un demonio
capaz de ser el dios en un combate
si así es como se ejerce verdadero
sin tener que dar falso testimonio.
Ruffo Jara dice
Uuuhh!!! Espectacular, desde elprincipio al final…»mi independencia nacía entre silencios y latidos». Genial, como siempre, mi querido maestro!!
Josetxu Errekerre dice
Incontestable soneto, con un final, verdaderamente, arrollador. Saludos Silvio Manuel.
Nos leemos!!