Ficha del libro
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Samuel Beckett
Editorial: Ediciones Altaya, S.A.
ISBN: 84-487-0360-X
Nro. de páginas: 254
Edición bilingüe y traducción: Antonia Rodríguez Gago
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Los días felices
Cuando Beckett se instala en París, la capital francesa se había convertido en el centro intelectual de Europa, una ciudad muy diferente al estilo dublinés en el que se educó. Allí conecta con Joyce, que por entonces era el centro de atención, a quien admiraba y con quien compartía, respecto de Irlanda, una relación de amor-odio. Naturalmente, Beckett pasa formar parte de los «12 discípulos» elegidos por Joyce que escribirían una serie de ensayos, que conformarían el libro titulado «Our Exagmination Round his Factification for Incamination of Work in Progress». El artículo que escribió Becket se llamó: «Dante… Bruno. Vico… Joyce».
En ese París literario de entonces, se destacaban algunas mujeres como Sylvia Beach, Adrienne Monnier y Nancy Cunard; esta última llevó a cabo un concurso literario que tenía como tema central «el tiempo», y el cual lo ganó Beckett con el poema «Whoroscope», que tiene como protagonista a Descartes. Uno de los jueces del concurso, Richard Aldington, se sintió atraído por el estilo del autor y le pidió un trabajo sobre la novela «En busca del tiempo perdido», de Proust. Beckett queda prendado y, a partir de ahí, serán dos los escritores de mayor influencia en su carrera: Joyce y Proust.
Hacia 1950, Beckett vivía de hacer traducciones y Suzanne, su mujer, recorría editoriales buscando que alguna publique sus obras. Fue así que dio con Lindon, de Les Èditions de Minuit. Lindon se maravilló al leer Molloy, Malone muere y El innombrable, y a través de Suzanne envió los contratos para que los firme Becket, el cual apareció un tiempo después por la editorial con aspecto alicaído. Cuando el editor le preguntó qué le pasaba, el escritor le manifestó que sentía mucho que la «publicación de Molloy causaría nuestra bancarrota». Y es que comercialmente fue todo un riesgo, todo hay que decirlo.
«Los días felices» fue escrita entre octubre de 1960 y mayo de 1961, con un Beckett afianzadísimo en el teatro, el ámbito en donde Joyce no llegó a triunfar. Como dato importante, cabe apuntar que si bien el estreno en Nueva York, en septiembre de 1961 fue un éxito, su estreno en Londres, en 1962, no fue del todo feliz. Para entonces, Beckett ya era consciente de que su presencia era fundamental en los ensayos, ya que sólo así cada escena se ajustaba al tiempo que él concebía como el necesario y, además, se podía lograr el texto que sería definitivo.
Para algunos puede resultar muy exacta la expresión «teatro del absurdo», para otros, quizás, un facilismo. Como sea, «Los días felices» es una obra emblemática de Samuel Becket, y que para disfrutarla hay que considerar la muy particular trayectoria del autor, que no sólo pasó por dos guerras mundiales, sino que readaptó todo su vocabulario (del inglés al francés) para poder escribir como entendía que podría llegar a hacerlo mejor en cuanto a la forma y el fondo que buscaba. Ganador el Nobel de Literatura en 1969, Beckett es un autor en el que también encontramos filosofía, psicoanálisis y hasta traductología.
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