Medio loco, quizás, en mi exigencia
solo yo me alcanzaba en el aliento;
todo en mí era un brutal entrenamiento
en la difícil lid de la paciencia.
Paso a paso, con garra y persistencia
aprendí a capturar cada momento,
y a pescar con mi piel el pensamiento
que se olvida de sí sin resistencia.
Navegaba los ríos más oscuros
sin fijarme en acentos, en destinos,
en la certera suerte de mis versos.
Era el primero arriba de los muros
aceptando de dios todos sus vinos
y la mirada así, de ojos perversos.
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