Mis catedrales – Romance octosílabo
Sobre todos los presagios
elevo mis catedrales,
altas, solas como ermitas,
conteniendo las verdades
que hoy día enseñan y aprenden
a callar como pesares
que a nada bueno conducen.
Sostengo los estandartes
de mi lengua con mi lomo
sin tocarle el timbre a nadie.
La gente domesticada
pretendiendo desvestirme
del ropaje hijoputezco
que llevan mis ojos libres
me acecha, me da mordiscos,
despertando lo terrible
que aguarda hambriento en mi vientre.
Desperezo lo imposible
la voz de un dios despeñado
que goza quebrando simples.
Las hienas, todas en una,
enmudecen, temblorosas
agachan sus cabecitas
buscando que alguna sombra
les alivie de la luz
que el caído, sin palomas
ni cruces, sobre la nuca
de un fraseo les arroja.
Con la garra en la garganta
«perdone», dice la gorda.
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