En libros que apuraba con hambre prohibida
intentaba mi escala, mis sonidos;
de los halcones puros sus imposibles nidos
donde poder curvar toda mi vida.
En libros que escribía con sed inacabable
intentaba el silencio, la moldura
que sin desdibujarme refleje mi estatura
de ser gregario hostil, mas siempre amable.
Todo fue vanidad, pero nada fue en vano
pues cada cigarrillo, cada drama
que sonreí o lloré, habitan hoy tus ojos.
Ya no leo ni escribo como en aquel verano
pero sigo dejando que mi fama
de cuando en vez sonría azules sobre rojos.
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