La despedida
Por tu causa, razón y circunstancias
encuentro en el espacio solo asfixia,
y aunque sé mi camino lo elegí
pretendo que la suerte, fiel amiga,
sea quien me disponga de estos tragos,
por amenguar el duelo que me intima
a buscar un culpable y no tenerlo
de todo este infinito, pura dicha,
que habitando en tu pelo, de mis fauces
huye como el impuro de la ermita.
Por encima de toda mi memoria
te imagino conmigo en un aliento,
y así va lo posible soportando
la realidad pasada del desierto
en donde sol y arena divertidos
jugaron a extraviarme mente y cuerpo,
ignorando mis ansias, mi locura
mi forma de trocar oro por hielo.
También a veces quiero lastimarte,
–por devolver colores y sabores
mezcla de rabia burda y de impotencia
por ser sólo un vulgar y vil mediocre–
pero tan sólo a veces, que me pasa,
pues soy de aire y me doy a quien conoce
que no se toma nunca lo obligado
aunque un cariño hermoso saque a flote.
Por esto, bien mirado, mejor ir
a por otros arroyos y humedades,
sabiendo que mis pasos se terminan
y es cuestión de que no tengan iguales;
ahorrarte un lamento me da honor
y no te viene mal hacer las paces,
cada cual en su mundo, en su papel
y si quiere lo llama su combate.
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