Recuerdo haber leído «pero el corazón sólo de su dolor quiere hablar«, y mucho antes, el haberme planteado si por qué el drama vende más que la comedia. La mayoría de la gente sufre por los motivos que sean, y no necesariamente por guerras y pestes; ahí tenés al pariente enfermo, los hijos que se van –o los que no se tuvieron–, el segundo lugar y no el primero tras el combate final. Habría que entender la diferencia entre dolor, sufrimiento y sacrificio. Y es así que, con Dion Fortune, es mejor la razón que el destino. Yo y mis huevadas.
Me pienso desde lejos y me veo
solitario y alegre en la distancia,
detrás de puentes, muros y mil torres
que antepongo a la gente lacrimosa.
Quizás provoque lástima al mirarme,
quizás sencillamente ese diagnóstico
de viejo y amargado que me sirve
para no abrir ventanas a los muchos.
Pero lo cierto es que cuando consigo
decir lo que pretendo sin fingir
que no razono todo lo posible,
es cuando voy desnudo hasta tu puerta
sin más que mi deseo tras mis ojos
con ganas de cerrarse entre tus manos.
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