¿Te imaginas a Tolstoi, a Jonathan Swift o a Cortázar haciendo un curso de cómo construir diálogos? ¿Te planteaste alguna vez cómo fue que los grandes escribieron su primer libro? Y extrapolando, ¿te imaginas a Baudelaire, a Rimbaud, y al propio Marqués de Sade con su propio blog, sin depender de ninguna editorial, y con una biblioteca de millones de libros a descargar al instante, cuando les dé la gana, sin necesidad de esperar meses, o acaso años, para poder leer el libro que desean? ¿Te imaginas a estos chicos sin depender del papel y de la tinta para poder escribir?
El proceso es más bien simple –Lin Yutang lo describe en uno de sus libros–, uno comienza por adquirir el hábito y el gusto de leer, de repente por propia iniciativa, de repente por motivación de los padres, quizás por el esquema sociocultural mismo. Como sea, uno se hace lector, y como lector se va dando cuenta de que no todos los libros son iguales, de que no todas las historias son las mismas, de que hay diferencias, incluso muy notables, entre cómo habla uno y otro libro. Es decir, de pronto entendemos que hay una gran diversidad de autores.
Ya convertido en un lector entrenado, uno va reconociendo qué tono le cae mejor, con qué tipo de historias se siente más a gusto, con qué aliento tiende a sentirse más cómodo y, por supuesto, de qué genero disfruta más. Finalmente, uno termina dando no sólo con su libro predilecto, sino también con su autor favorito, y es aquí cuando se hace necesario, aunque sea a largo plazo, hacerse con todos los libros de ese autor que llena y supera todas las expectativas que podríamos haber tenido. Llegados a este punto, también, es normal que uno sienta el impulso de escribir.
Yo leo desde niño, comencé leyendo revistas, historietas, cómics, y cuando terminé la primaria, a los 10 años, comencé a leer novelas. Mi padre, abogado y gran lector, me contagió el gusto por la Filosofía. A los 12 años ya estaba familiarizado con las principales escuelas filosóficas, y ya estaba prendado de Julián Marías; para los 13 años, cuando terminé el ciclo básico, José Ingenieros era mi escritor de cabecera, y haber leído para entonces sus obras completas significó un golpe de polarización que sólo se vería equilibrado, luego, con las obras completas de Jorge Luis Borges y claro, Julio Cortázar.
Sin ningún tapujo, y sin ningún objetivo, y sugestionado por todas mis lecturas, había comenzado a escribir anotaciones de todo tipo, desde breves reflexiones al estilo de los aforismos de Nietzsche, hasta pequeños relatos breves de un párrafo, e incluso algún cuento. Así comencé a escribir, anotando lo que se me venía a la cabeza en cualquier papel, en el cuaderno que tenía enfrente, en los márgenes del libro que estaba leyendo. Incluso desarrollaba esquemas, tramas de historias, desde el inicio al desenlace. Ya después, cuando cupiese, lo desarrollaría, o no. Lo importante para mí era plasmar las ideas que tenía.
Con el tiempo, se fueron haciendo igual de intensas la necesidad de leer, como la necesidad de escribir, y, como trabajaba y estudiaba, comprendí muy pronto el valor práctico de cada minuto. Entendí que escribir a tontas y locas era un absurdo y una pérdida de tiempo, así que igual que tenía una disciplina innegociable para la lectura, comencé a dedicarle un tiempo diario a la escritura. Primero fue un caos, por su puesto, pero luego me fui organizando, y en pocas semanas logré escribir con ritmo y comencé a visualizar para dónde iría mi escritura, si qué iría a escribir.
Al principio no me exigí desarrollar algo en concreto, simplemente darme el gusto de escribir. De manera que al terminar el día, cuando quedaban atrás mis obligaciones laborales y universitarias, y luego del rito de leer al menos 25 páginas de algún libro no obligatorio, me ponía a escribir. Escribía una suerte de “diario”, pero no de experiencias, sino de emocionalidades, de abstracciones, no un hecho, sino las consecuencias del hecho, o la recreación de un hecho. Así fui armando el material que luego se convirtió, increíblemente, en mi primera publicación, un híbrido a mitad de camino hacia todos los lugares.
Luego de publicar mi primer libro, ya tenía el hábito y la lucidez para marcarme si quería ir a por una novela con esquema previo, o sin orden, por una serie de cuentos, o por un poemario breve o bien, extenso. Como ves, para comenzar a escribir un libro, no hay mucho secreto, no hay demasiada ciencia, tienes que leer todos los días, y ponerte a escribir, también, todos los días. Lectura de calidad y constancia son los ingredientes principales, lo demás se irá dando. Ah, y cuando te hablo de lectura de calidad, no me refiero a “Harry Potter”, ojo 😉
Es decir, escribir, y comparar lo que escribes con la escritura de los clásicos es tu primer referente. Cuando escribo poesía yo me pregunto y me cuestiono si tengo la claridad de Ibarbourou, si tengo la osadía de Cortázar, si respeto el formalismo y, dentro del formalismo si puedo transgredir alguna acentuación, como Borges. Si abordo la prosa, me examino si puedo cerrar un párrafo como lo hacía Ingenieros, si puedo ironizar, a veces, como pudo haberlo hecho Nietzsche, por darte solo unos ejemplos. Sin una buena cantidad de clásicos bien internalizados, a menos que seas un Rimbaud, te costará medirte.
En cuanto a dudas gramaticales, de ortografía y todo ese rollo, hoy día con sólo colocar en el buscador “uso de la tilde”, o “uso de los guiones”, etc., consigues decenas cuando no centenas de enlaces, incluyendo las aclaraciones de dudas de la propia RAE, con lo que si quieres conocer, habrás de conocer, y si no quieres conocer, no lo harás. Al igual que en siglos anteriores, nadie va a masticar la manzana por ti. Ahora, aunque lo mío no es enseñar a escribir, en el blog encontrarás algunos temas técnicos sobre poesía, ortografía y similares que podrían serte útiles.
Como cierre, te dejo de obsequio dos libros que me inspiraron para armar y publicar mi primer libro, y que espero te sirvan como me sirvieron a mí:
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Yraia Perez Navarro dice
Gracias por tan valiosas reflexiones.Gracias por los libros. Escribo desde Venezuela, desde un cyber. Mi conexion a internet no esta funcionando. Este teclado no tiene acentos o tildes. Gracias.
Silvio Rodríguez Carrillo dice
Salud, Yraia
Muchas gracias por leer y comentar.
Estoy al tanto de los muchos inconvenientes que atraviesan en Venezuela, tengo lectores y colegas muy queridos en esa nación, así que mis deseos de que todo vaya mejorando.
Un abrazo y que estés bien, Yraia
Silvio