Ella me ofreció de golpe mis propias palabras, pero sintiéndolas como suyas, con el vigor con el que yo las había sentido y dicho en mi juventud primera, cuando todo en mí se trataba de diferenciar y todavía distaba un mundo de aprender a integrar. Acusé el golpe, recordando que no suele quedar en pie el más fuerte, sino el que más resiste y, casi sonriendo desde el fondo de mi muy entrenada fortaleza, le contesté que no todo el mundo era una mierda, que en todos lados hay gente que vale la pena, aunque siempre es más fácil quedarse solo.
En rechazar los miedos habita el mayor de los peligros, y la mayor de las ansiedades, también. Como aceptemos la posibilidad de lo peor, como asumamos que nuestra peor pesadilla pueda convertirse en realidad y la tomemos como palpable, comenzaremos a restarle esa cuota de poder imaginario que hasta ese momento tenía como ilusión; incluyendo el miedo a la locura, a la flaqueza mental, al equívoco emocional. Las profundas verdades, los últimos secretos, son alcanzados siempre y cuando cumplamos cabalmente con el primero de los ritos, la sinceridad – lúdica, trágica o indiferente – para con uno mismo. No hay más.
Por lo demás, yo había sobrevivido a una de las escenas más crueles de aquella guerra de género que entonces tuve que sobrellevar: mi ex, envidiando lo que me deparaba el futuro con mi chica actual; y mi chica actual, envidiando lo que fue mi pasado con mi ex. Es entonces que uno deja de hablar de amor, cuando se da cuenta que todo es celos o envidias, competencia, juego, guerra, maneras absurdas que esconden, disfrazan y terminan por exponer simplemente un profundo deseo de no sentirse demasiado solo en un egocentrismo heredado de generación en generación, degeneración en degeneración, always.
Ismael dice
Hay algo mas , en éste relató que podrá mejorar la perspectiva de un tema muy interesante .
Silvio Rodríguez Carrillo dice
Salud, Ismael
Muchas gracias por leer y comentar.
Un abrazo y que estés bien.