***
Nuevos sonidos, como dolorosas y, al tiempo, apacibles perfecciones se acomodan en este tiempo lineal que a veces concibo merced a una parte que me dictan mis sentidos primigenios. Visualizo, juro que casi exactamente, el clima durante las demasiadas mañanas en las que se fue templando la fineza de las curvas de la madera, el puente, para la tensión final de las cuerdas.
Y sueño lejano, por arriba de mí, el amor, o el odio, las decepciones, los espasmos, el susto primero cuando desapareció la regla y una ausencia de sangre anunció entonces el advenimiento de Clara, y la primera mirada como los primeros pasos de un nuevo ángel -prescindente de infiernos y de cualquier dios elector de pueblos y despreciador de ofrendas- derramando preguntas sobre pentagramas antiguos por inaugurar sus ojos.
Quizás todo esto, porque también me pesa recordar esa noche de verano, con tanta cerveza y AC/DC, Johannes traduciendo del inglés al español, Goldstein haciendo de Paganiniana un cumpleaños feliz sin demasiados arreglos ahí bajo el mango de casa, y el viejo cagándose de risa entre cigarro y cigarro, para que pasen los años de pronto, de golpe, como un trapo que se pasa sobre el mostrador de una cantina que de repente se ha vuelto inamistosa, sin aviso, y me llegue a la cara sin ojeras el frío de saber que el pibe se ha suicidado, que encontraron el violín en la esquina de la habitación, y John preguntándome por qué lo había hecho, si cómo, y yo conteniéndome, diciéndole que no quiero hablar de eso ahora, viejo.
Descarga Gratis
Deja una respuesta